Análisis Broken Age

Pocos serán los jugadores que teniendo un PC no hayan crecido a base de aventuras gráficas. Ya sea por su reducido precio, por aguantar mejor el paso de los años, por su gran contenido humorístico o por sus mecánicas, las aventuras gráficas siempre han estado ahí. O al menos, siempre había sido así, ya que ahora se hace difícil imaginar a esta nueva generación centrada en Minecraft o Call of Duty, jugando en una aventura gráfica convencional. Pese a ello, siguen apareciendo en el mercado aventuras gráficas, la mayoría bajo la etiqueta indie y rememorando la gran época protagonizada por Lucasarts.

Precisamente, Double Fine ha sacado dos juegos que utilizan estos recuerdos para llegar a nuestros bolsillos. Primero, con la esperada remasterización de Grim Fandango (esperada principalmente porqué se había vuelto imposible adquirir el juego de forma legal), y Broken Age. Sobre Broken Age se ha hablado muchísimo, sus aproximados 3.5 millones de dólares conseguidos a base de Kickstarter lo alzaron como referente en esto de conseguir dinero a base de mecenazgo, pero hay que lamentar que una vez se dejó de hablar de dinero, el juego ya pasó a un segundo plano de noticias, protagonizadas mayoritariamente por sus retrasos. Al no estar financiado por una empresa a la que solo le importan los beneficios económicos, Broken Age se centra en querer satisfacer a las miles de personas que llenaron los bolsillos de Double Fine (y los extensos créditos del juego). Por ello, desde el primer momento veremos una recopilación de muchos de los grandes éxitos de las aventuras gráficas y de los juegos de Tim Schaffer en particular: personajes que se pueden cambiar de control cuando se quiera, chistes malos, personajes y lugares fuera de lo común, situaciones imposibles e, incluso, puzzles con mala intención.

Lo bueno es que pese a contar con muchas mecánicas antiguas, jugablemente se ha modernizado la aventura gráfica convencional haciéndola más accesible. Por ejemplo, en el primer acto raro será el momento en el que no sepamos cuál es el siguiente paso a dar, haciendo que la narrativa avance en concordancia a lo que está pasando. Lamentablemente, en el segundo acto sí que hay ciertos tics que con el paso de los años se hacen cada vez más insufribles. Ahí es dónde la parte narrativa y jugable del juego se rompe, como pasa habitualmente en este género, y deberemos perder muchos minutos intentando resolver algún rompecabezas innecesariamente difícil. Sé que es injusto pedir esto cuándo las alternativas son The Walking Dead o Heavy Rain, pero es triste tener ciertas mecánicas que tenían sentido cuando en nuestra estantería sólo teníamos 4 juegos y no ahora que nuestro principal problema es elegir con qué juego seguir tras haber acabado el anterior.

Por suerte, esta sensación no es una constante, y la historia está muy bien. Juega muy bien con los dos personajes protagonistas y con los mundos que los rodean. Aquí cabe destacar el gran esfuerzo para que las historias encajen bien entre ellas (aunque algunas cosas se cojan con pinzas), y los ambientes y personajes de los que Double Fine ha hecho gala tanto tiempo y de los que nos hace querer tanto esta compañía.


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